Del día que Virgilio Andrade se tomó una foto conmigo, al día en que su renuncia a la Función Pública me devolvió la esperanza.

bilbo baggings

Leyendo la apologética opinión de Pablo Hiriart, recientemente publicada por El Financiero, respecto de la disculpa ofrecida por Peña Nieto por el asunto de su casa blanca y tratando de no sacarme los ojos ante tan lamentable y desperanzadora redacción, recordé que como todo abogad@ recién egresad@ de la universidad, yo soñaba poder cambiar el mundo, soñaba que con mi trabajo México iba a ser diferente, menos corrupto, menos complejo, más feliz.

Con toda la emoción que mi ser podía contener, me sentía la más orgullosa de pertenecer al despacho de uno de los mejores abogados administrativistas del país, sin embargo, con el paso del tiempo y gracias a mi eterno y casi obsesivo interés por la vida política mexicana, en conjunto con la oportunidad que esa firma me proporcionaba de acercarme a grandes figuras de poder, ya fuera como clientes, ya en el ámbito académico, pude darme cuenta que mi sueño no iba a materializarse, no al menos en un corto tiempo, no en un mediano plazo ¿jamás tal vez?, a la par que mi corazón y mis ilusiones se rompían por completo, mi interés por la investigación- mismo que me animó a iniciar una maestría en periodismo político- se vio aumentado y con ello decidí que si no podía combatir y erradicar la corrupción, de menos no iba a quedarme nunca callada ante un acto de ésta índole, y conforme los días, semanas y meses fueron pasando, me fui empapando el tema, investigando más y más, y cada vez que mi jefe me invitaba a una comida o evento del Comité Anticorrupción al cual pertenece, yo iba llena de cuestionamientos, preguntas a veces insidiosas otras no tanto, mismas que no me atrevía a hacer por pena o temor al ridículo, pero como todo miedo, necesita ser afrontado para ser vencido, y entonces tras esperar el momento adecuado, éste llegó por fin y fui invitada a una comida con Virgilio Andrade- con foto incluida y toda la parafernalia que el caso ameritaba- quien se acaba de estrenar como flamante Secretario de la Función Pública, teniendo como encomienda principal el investigar la “blanca” adquisición del presidente y su familia, lo cual le valió fuertes críticas por lo conveniente de su nombramiento  para el presidente Peña.

Una vez que pude conocer frente a frente- y hasta saludar de beso- al señor Virgilio Andrade, me di a la tarea de investigar más allá de lo que Wikipedia decía, quién y de dónde había salido este curioso y diminuto personaje, por principio de cuentas me topé con que desafortunadamente no era un invento de J.R.R. Tolkien, y en cambio sí, hijo de uno de los abogados defensores del líder petrolero Romero Deschamps.

Virgilio, nacido en 1967, abogado de sangre itamita, maestro en Administración y Políticas Públicas por la Universidad de Columbia; con una carrera política de un engañoso perfil bajo, desde su desempeño como asesor de la segunda esposa de Carlos Salinas de Gortari- Ana Paula Gerard- pasando por Pemex, las Cámaras de Diputados y Senadores, Financiera Rural, la Secretaría de Gobernación, Secretaría de Hacienda, siendo hasta su posicionamiento como consejero electoral del entonces IFE en 2003, que cobró especial notoriedad en la clase política mexicana; lo cual le valió que al inicio del sexenio de Enrique Peña fuera nombrado como titular de la, nada despreciable, Comisión Federal de Mejora Regulatoria en la Secretaría de Economía, pero quimera comparado con el salto enorme que  en su carrera implicó su nombramiento como Secretario de la Función Pública.

Sin embargo, ese salto tan alto tenía como consecuencia una caída estrepitosa y naturalmente dolorosa, pues junto con su llegada a la ansiada cúpula política, le llegaron innumerables cuestionamientos morales, éticos e incluso profesionales, que consiguieron que abandonara su cargo en julio pasado, bajo el argumento de que lo hacía para que se nombrara a un nuevo titular de la Secretaría de la Función Pública, de conformidad con lo que al respecto se establecía en el nuevo paquete de leyes del Sistema Nacional Anticorrupción.

Tras únicamente 17 meses como timonel de la -siempre intelectualmente acéfala- Secretaría de la Función Pública, Virgilio se vio envuelto en una serie de episodios, eventos y por decir lo menos, escándalos que terminaron por enterrar sus aspiraciones, si es que las tenía, políticas y que le merecieron pasar a la historia de México como un paladín de la corrupción, símbolo máximo de que el poder no transforma a la gente, sino saca su verdadera personalidad.

El primero y más sonado de esos episodios, es la inolvidable, por cuestionable, “investigación” que la dependencia a su cargo realizó respecto de la llamada casa blanca de Peña Nieto y su esposa, pues tras seis meses de búsqueda de irregularidades, Virgilio aseguró que “No hubo ninguna participación del licenciado Enrique Peña Nieto en los procedimientos de contratación, lo que excluye la existencia de un beneficio, provecho o ventaja”, palabras con las que exoneró al presidente Peña de cualquier anomalía en su actuar, incluido el conflicto de interés.

De este lamentable episodio, cabe resaltar que cual crónica de una muerte anunciada, dicha investigación se ordenó por parte del presidente aún y cuando la Secretaría encabezada por Andrade no tenía las facultades para realizarla. Lo que mal empieza, mal acaba.

Al más puro estilo de Fox y su famosísimo “¿y yo por qué?”, Andrade descartó investigar el caso de Moreira y su detención en España por lavado de dinero, pese a que meses antes, cuando el escándalo de los Panamá Papers, había declarado que la Secretaría a su cargo intervendría en la investigación de cualquier funcionario relacionado con el delito de evasión de impuestos en paraísos fiscales.

Por si lo anterior no fuera suficiente, en abril pasado, según publicación del periódico El Universal, el señor Virgilio Andrade, durante el desarrollo del foro “La información en el combate a la corrupción. ¿Cómo nos arreglamos?”, declaró que la corrupción era un tema cultural- sí, así lo dijo- y remató diciendo que ello era así “ya que forma parte de los seres humanos que siempre buscamos rentabilidad comercial y respondemos a otros incentivos”. No es que uno se quiera dar golpes de pecho o tapar el sol con un dedo, pero siendo él el represente de la dependencia cuya función principal es combatir la corrupción, no era concebible que se atreviera a dar esas declaraciones.

Pero la idea no fue suya, sino que al parecer la obtuvo de lo dicho por Peña Nieto en 2014, quien señaló que, para combatir y erradicar la corrupción, necesario era aceptar que se trataba de un asunto cultural.

Su caída era inminente e inevitable, pues este mismo año, la señora Nayeli Martínez, quien dijo haber sido pareja sentimental (sic) de Virgilio, denunció que éste la había sometido a abusos, maltratos y vejaciones, pese a haber procreado un hijo con él- pero también a quién se le ocurre involucrarse con un granuja de esa calaña, como diría mi abuela “en el pecado llevó la penitencia”- y de acuerdo con información obtenida por el equipo de Aristegui Noticias, el bribón ex Secretario había utilizado su cargo para mantener a Nayeli en la administración pública, quien además de un salario de cerca de $80,000, contaba con una beca para estudiar el doctorado y un chofer, sin embargo cuando el idilio terminó y Martínez interpuso los medios jurídicos correspondientes ante diversas instancias, su salario se redujo a 30,000 pesos, y evidentemente perdió el subsidio y hasta al chofer. ¡Qué bárbaro Virgilio!

Y ya la cerecita del pastel de su apoteósica caída, sin duda alguna su renuncia, pues el pasado 18 de julio, en medio de la turbulencia por las reformas en materia de combate a la corrupción, el flamantísimo “playboy” itamita dejó su cargo como Secretario de la Función Pública, para que el presidente Peña pudiera designar a un nuevo titular de Secretaría de la Función Pública, de conformidad con la nueva Ley Anticorrupción. ¡Ay, pero que considerado es Virgilio!

Y con su renuncia, a muchos nos deja con un halo de esperanza de que las cosas puedan mejorar, esperemos que no cual Ley de Murphy hayamos salido de una para meternos a otra peor, por el momento la Secretaría de la Función Pública se quedará en manos de Vargas Zempoaltecatl, personaje menos conocido pero no por ello mejor que el resto.

Aldonza Lorenzo.

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